martes, 14 de enero de 2014

McHéroe

Luis Britto García
Tomado de su libro de ensayos Elogio del panfleto, Caracas, 2da edición, Fondo Cultural Fundarte, 2012
Héroe de héroes es el cowboy estadounidense inventado por Hollywood. Cabalga hasta el pueblo con sonrisa y revólveres rutilantes, nunca desenfunda primero, siempre dispara más rápido y galopa hacia el desierto tras haber partido los corazones del malvado y de las chicas del Saloon. El macarroni western manchó su atuendo, pero nunca su sentido del honor. Blandiendo Colts nucleares contra países inermes, el país que se atribuye el papel de cowboy del mundo intenta parecerse a esta versión andante del Juicio de Dios medieval.
Un único defecto ostenta esa leyenda fundacional: nada en ella es verdad. La vaquería ecuestre no es invención anglosajona. La crearon los andaluces de quienes la tomaron los mexicanos a los cuales la arrebataron los gringos junto con la mitad del territorio de México. La remuneración de los vaqueros o cowboys era tan miserable que solo negros, indios o chicanos desempeñaban el oficio. El costo de las armas de fuego estaba fuera del alcance de este proletariado rural.
Sólo esgrimían artillería rufianes cuya vera efigie es el J. A. Slade con quien el joven Mark Twain comparte alguna vez una incómoda taza de café. De ellos consigna que"buscaban siempre colocarse en situación de ventaja infame sobre su enemigo": En su autobiografía Pasando fatigas el humorista atestigua que a pocos pasos de él los hombres de Slade acribillan a un cochero desarmado que habla contra los pandilleros. La primera vez que Slade desafía a un carretero, éste se le adelanta al desenfundar: Slade lo convence de que no vale la pena abalearse por un cruce de palabras. En cuanto el ingenuo enfunda, Slade lo cose a tiros. Luego toca a la casa de un francés, lo vuelve una coladera al abrir la puerta e incendia el inmueble con el difunto, la viuda y tres huérfanos dentro. En otra oportunidad pide whisky a un tabernero que le es antipático, y desenfunda mientras éste vuelve las espaldas para servirle. Cuando no puede aplicar tales métodos a sus enemigos, Slade ofrece recompensas a sus secuaces para que se los entreguen. Estos le llevan maniatado a su competidor Jules: Slade se divierte amputándole a tiros partes del cuerpo hasta que su blanco viviente muere. Como otros tantos forajidos, Slade es sicario de una compañía: la de la Diligencia Continental. En tal oficio, según testimonia Thomas J. Dimsdale, se comporta como "dueño de la situación, y amo y señor de los tribunales, de la justicia, y de quienes la administraban". Una partida de mineros detiene al bravucón, y éste llora y suplica por su vida antes de ser ahorcado.
Tanto en su fulgurante leyenda como en su sórdida realidad, es el cowboy el más fiel exponente del American Way of Living

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